Afortunadamente, Sadako Sasaki no sufrió ninguno de esos terribles finales ese día y pudo crecer como cualquier otra niña sana, fuerte y con mucha energía.

Tres años después, se construyó en el Parque de la Paz de Hiroshima, un monumento en el que Sadako está sosteniendo su primera grulla y en la base se puede leer la leyenda que tiene como título éste post.
Nueve años después, misteriosamente calló enferma durante un maratón, el diagnóstico: la enfermedad de la bomba A, leucemia.
Según una tradición japonesa, si hacía 1,000 grullas de origami, los dioses le concederían un deseo, ella pidió volver a correr.
Murió el 25 de octubre de 1955, a los 12 años, sin haber completado sus mil figuras de papel.

Este monumento es tal vez, uno de los llamados de paz de la niñez más sorprendente de todo el mundo.
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